En el verano pasado, Lisván, 48 años, dueño de un pequeño estudio fotográfico en un barrio al oeste de La Habana, sufrió en carne propia las secuelas de las prohibiciones absurdas del régimen de Castro hacia sus ciudadanos. Con las ganancias obtenidas de su negocio y luego de estar guardando parte del dinero enviado por ...
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